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Artículos en el caribe





La crisis haitiana y sus implicaciones para la RD

 Como resultado del encuentro sostenido el 14 de mayo de 2025 entre el presidente Luis Abinader y los expresidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina se acordó convocar un diálogo para tratar el tema que sirve de título al presente artículo, el cual debía realizarse en el seno del Consejo Económico y Social, órgano consagrado expresamente por el artículo 251 de la Constitución de 2010 como una instancia de concertación para construir y fortalecer permanentemente la paz social.


En cumplimiento de ese acuerdo el lunes de esta semana se reunió el Consejo Económico Social con el objetivo central de generar propuestas técnicas y políticas que sirvan de sostén al reforzamiento de la soberanía, la seguridad nacional y la cohesión territorial frente a la crisis que en el presente afecta al vecino país de Haití.

Para abordar la difícil problemática el Consejo Económico y Social consideró prudente constituir seis comisiones especiales que estarán encargadas de estudiarla desde ópticas específicas: migración, comercio bilateral, desarrollo de comunidades fronterizas, seguridad nacional, relaciones internacionales y asuntos laborales.

Como puede apreciarse por el solo hecho de conocer las comisiones que han sido creadas, se está ante un problema complejo que exige ser examinado desde vertientes diferentes. Para comenzar, el migratorio, que dado el colapso del gobierno haitiano se ha traducido en un fenómeno creciente y permanente que compromete seriamente los servicios públicos esenciales, y muy principalmente las áreas concernientes a la educación y a la salud; a seguidas, el concerniente al comercio bilateral, pues en las medidas de control que necesariamente deben ser aplicadas surge la necesidad de preservar el intercambio comercial de larga data entre productores y consumidores de ambos lados de la frontera; y este último escenario conduce a la necesidad impostergable de fortalecer y desarrollar las comunidades fronterizas, generalmente afectadas por una pobreza severa y con tendencia a la despoblación, con baja cobertura de servicios básicos y altos niveles de vulnerabilidad.

La seguridad nacional no puede soslayarse porque Haití ha pasado a ser controlado por bandas criminales que siembran el terror entre sus ciudadanos y que generan un peligro para el país, especialmente por el tráfico de armas a través de la frontera; pero, concomitantemente con este tema debe necesariamente abordarse el de las relaciones internacionales, pues el colapso de Haití, que amenaza no solo a la República Dominicana, sino también a la región debe necesariamente ser abordado por la comunidad internacional, y ante ella deberá insistirse para lograr compromisos concretos y los recursos necesarios para impulsar la estabilización del vecino país; y, finalmente, el espinoso y acuciante tema de la mano de obra haitiana, de los trabajadores migrantes, tanto en el sector formal como en el informal de la economía, y que durante largos años ha sido un factor de encono nacional, pero también de causa de denuncias a nivel de organismos internacionales comprometidos con el trabajo digno y los derechos humanos.

Según la Encuesta Nacional de Inmigrantes la población de estos y sus descendientes en el país ascendía en 2017 a 847,979 personas, de las cuales 422,036, o sea, el 49.76% se encontraban ocupadas laboralmente, datos que son refutados por una parte de nuestros ciudadanos que estiman que son cifras que no se ajustan a la realidad, por ser mucho mayor el número de inmigrantes en los actuales momentos.

Lo que nadie puede negar es que la presencia de trabajadores migrantes de nacionalidad haitiana en la agricultura y ganadería es ostensiblemente visible. Están en la siembra y recolección del banano, del arroz, del café y del cacao, pero también en el corte de la caña, los ya tradicionales braceros que desde larga data han poblado nuestros bateyes y que sus condiciones de trabajo han originado advertencias y condenas de organismos internacionales.

Los llamados trabajos gruesos de la construcción hoy están en manos de los trabajadores haitianos, pero también están presentes, aunque en menor medida en el sector turístico, en la consejería de los lujosos condominios, y hasta en las compañías de seguridad privada.

¿Qué hacer? Esa es la respuesta que se espera del Consejo Económico y Social, que tendrá necesariamente que escuchar las quejas de los sectores productivos que reclaman la necesidad de esa mano de obra; pero también oír el reclamo de aquellos sectores que advierten que los dominicanos trabajarían en esas áreas si se les pagara mejores salarios y si se emprendiera un plan de mecanización con respaldo del gobierno en aquellas actividades que lo permitan.

De todos modos, es oportuno advertir, y ya lo he escrito en artículos anteriores de esta columna, que no habrá plan ni medida que resulte, si no hay voluntad política de combatir el lucrativo negocio del tráfico de personas en la frontera. Solo combatiendo a la mafia que comercia con el hambre y la miseria de seres humanos se podrá dar un respuesta eficaz y respetuosa de los derechos humanos a esta grave situación.



27/5/2025









 
Nos llegó la tarde

Cuando nací la Capital apenas sobrepasaba los 150 mil habitantes y estos se concentraban básicamente en la vieja ciudad edificada por Nicolás de Ovando, aunque más allá de sus murallas circundantes ya se levantaban urbanizaciones, como Ciudad Nueva, al sur del cementerio de la hoy avenida Independencia; San Carlos, un asentamiento de canarios de la época colonial, ubicado al norte del hoy parque Independencia; San Lázaro, San Miguel y Villa Francisca, en el norte franco; y Gascue, en el Oeste, donde se asentaban contadas residencias de familias acomodadas.

Ya para 1950, y especialmente con la construcción en 1955 de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, levantada por el Tirano para festejar sus veinticinco años en el poder, el oeste de la ciudad de Santo Domingo se expandió con numerosas urbanizaciones que en residencias individuales alojaron hogares de clase media alta, aunque en las cercanías de la llamada Feria comenzaron a poblarse de personas de ingresos limitados.

Aun con este crecimiento geográfico, Santo Domingo no alcanzaba al terminar el decenio de los 50 los 300 mil habitantes, y su pulsión y dinamismo seguían centrados en las vetustas calles y viviendas de mampostería de la Ciudad Colonial. Dentro de sus murallas se desarrollaba la vida diaria de la población.
Allí se ubicaban oficinas importantes del gobierno (Rentas Internas, Cédula de Identidad, Lotería Nacional, Correos), los principales establecimientos comerciales: tiendas de ropa, calzados, lencerías, joyerías; cafés, bares y restaurantes; despachos de abogados y consultorios médicos; las oficinas principales de las instituciones bancarias (Banco de Reservas, Royal Bank, Nova Scotia); las salas de cine (Olimpia, Rialto, Santomé, Leonor); colegios privados y escuelas públicas; líneas de vehículos para transporte de pasajeros al interior del país; y hasta la cárcel en la Fortaleza Ozama, cuando aún no se había construido La Victoria.

En esa ciudad viví mi infancia y adolescencia. Era una urbe sosegada y tranquila, y me atrevería a decir que era una ciudad pueblerina, con moradores que sincronizaban su vida diaria con los ululares de las sirenas cotidianas del Cuerpo de Bomberos, que caminaban parsimoniosamente hacia sus oficinas, con vecinos que se conocían, se frecuentaban y corregían las travesuras de los pequeños. Una sociedad mojigata, con exagerados escrúpulos morales, con prohombres que se ganaban el respeto y la admiración de sus conciudadanos, pero también con santurrones calificados como hipócritas en los mentideros de las beatas.

Una ciudad segura, pero la seguridad impuesta por una tiranía implacable, que no permitía opiniones disidentes. La vida de aquella ciudad misteriosa por sus secretos, pero a la vez atractiva por sus encantos, transcurría en plena monotonía, sin voces que contrariaran al régimen, con una narrativa uniforme asegurada por la prensa y la radio al servicio del Déspota, sin que nadie osase expresar una crítica, ni siquiera en los círculos de sus amigos. Y en un hogar de desafectos, como el mío, la angustia de cada día por el temor de que el padre desapareciera, fuera apresado o sufriera un aparente accidente. La zozobra permanente en la conversación por miedo a que cualquier palabra pudiera ser mal interpretada, el nerviosismo al escuchar la radio extranjera ante la incertidumbre de que algún vecino pudiera denunciarlo, y el agobio por el acoso económico a que era sometido el que no se doblegaba.

Pero si fui testigo de los crímenes y atropellos que sufrió el país bajo la brutal tiranía, también lo fui de un pueblo lanzado a las calles reclamando libertad. La vida me permitió conocer de primera mano la liquidación de la tiranía, después de treinta y un años de opresión brutal; la lucha de un pueblo en las calles por escoger sin cortapisas su primer gobierno en libertad; el egoísmo de una oligarquía y la incomprensión tozuda de una jerarquía eclesiástica que pusieron en jaque al primer gobierno de la democracia; el combate aguerrido por la soberanía de una Patria intervenida; los desgarres y sufrimientos por la consolidación de la democracia, la consecución plena de la libertad y, finalmente, el crecimiento económico de los últimos cincuenta años.

Hoy, la capital de la República es una gran urbe, con una población que alcanza los cuatro millones en lo que ha pasado a denominarse el Gran Santo Domingo, con metro para desplazarse, tapones infernales, y una vida agitada que concentra sus actividades comerciales y lúdicas en el polígono del noroeste. El país ya es catalogado como un país de renta media alta, y su sociedad ha cambiado, con nuevos hábitos y costumbres, imbricada en la globalización, con las virtudes y los vicios que depara el mundo digital. Hemos progresado, y aunque sintamos nostalgia por el pasado, los adelantos de hoy nos hacen más fácil y placentera la vida.

Estas reflexiones de un caminante de larga trayectoria, a propósito de cumplir mañana, 14 de junio un nuevo año. ¿Cuántos? Solo sé que nací el año que los nazis ocuparon París. Mientras tanto, lo celebraré con un buen trago de ron añejo en las manos y recitando el bello poema de Mario Benedetti, cuyos primeros versos dicen: “Aquí no hay viejos/solo, nos llegó la tarde”.


13/6/2025









Senado frustra la reforma a la conciliación laboral

Apenas unas horas antes de escribir este artículo es que me ha llegado el informe de la Comisión que en el Senado de la República se ha encargado de examinar el proyecto de reforma al Código de Trabajo que fue sometido al Congreso Nacional por el Poder Ejecutivo.


Es proyecto fue debatido por un período de dos años en el Consejo Consultivo de Trabajo, órgano tripartito del Ministerio de Trabajo en el cual empresarios y trabajadores, con la mediación del ministro de Trabajo intentaron lograr una avenencia que tuvo como objeto esencial modernizar y actualizar la legislación vigente.

La tarea emprendida fue ardua porque como es natural en el diálogo se exponían dos visiones antagónicas, una, la de los trabajadores que buscaban no solo preservar sus conquistas de 1992, sino también lograr mejorarlas, y otra, la de los empresarios que intentaban limitar derechos y flexibilizar aquellas normas que entendían perjudicial a sus intereses.

Al final se pudo lograr básicamente un acuerdo en el procedimiento laboral, esto es, sobre las normas que regulan el proceso ante un tribunal de trabajo; en cambio, en la parte sustantiva de la legislación apenas se introdujeron ligeros cambios, como la flexibilidad de la jornada, el incremento de un día en el período de las vacaciones después de tres años de trabajo, el aumento de la licencia de paternidad de dos a cuatro días, una ampliación de los derechos de la trabajadora doméstica y la introducción de un capítulo para reglamentar el teletrabajo.

¿Por qué la naturaleza de este resultado? Pues sencillamente porque es menos problemático coincidir en normas de procedimiento que sobre los alcances y límites de los derechos esenciales de las partes en la relación laboral. Para el trabajador demandante y para el empresario demandado es fácil entenderse en cuanto a la forma y contenido de una demanda, un recurso y un embargo, pero les resulta más complejo coincidir sobre el monto del salario, la reducción de la jornada o el auxilio de cesantía porque en este ámbito cualquier conquista del primero representa una carga económica para el segundo.

Pues bien, en el diálogo los empresarios expresaron su interés de que la conciliación laboral se llevara a cabo en el Ministerio de Trabajo, pero las organizaciones sindicales reclamaron que continuara a cargo del juez de trabajo. Ahora bien, como ambos sectores tenían el mismo interés de resolver los problemas que en la actualidad afectan al proceso de conciliación les fue posible avenirse y convenir que la conciliación estuviera dirigida por un juez conciliador diferente al juez que conociera el juicio laboral.

Pero esta reforma fue más allá de la simple creación del juez conciliador. También sustituyó la figura de los vocales, ineficaz e inoperante en la actualidad por la de un conciliador, uno por cada sector social, debidamente remunerados por el Estado y obligados a obtener un certificado de experto en el Centro de Formación de Conciliadores, Mediadores y Árbitros que organizaría el Ministerio de Trabajo.

En el acuerdo alcanzado se proponía una conciliación efectuada en el despacho del juez, que el empleador y el trabajador estuvieran obligados a estar presentes, y que aquel, de ser persona jurídica se hiciera representar por un alto ejecutivo de su empresa con poderes para conciliar, y que, en caso de posposición de este primer intento, el segundo se efectuara en un plazo no mayor de quince días.

Este cambio propuesto por los interlocutores sociales, a mi juicio de largo aliento y tal vez el más importante en la reforma ha sido suprimido por la Comisión senatorial, que en su informe elimina no solo la figura del juez conciliador, sino también la de los conciliadores y las normas que se sugirieron para agilizar y hacer efectiva la conciliación laboral.

El argumento de los senadores de la Comisión que examinó el proyecto, o al menos la de su presidente, que es la que se ha dado a conocer por la prensa es el costo que conlleva la nueva figura del juez conciliador. Conclusión obvia, pues es evidente que la inserción en los tribunales de trabajo de un nuevo juez, y en aquellos divididos en salas, de varios nuevos jueces, implicará una mayor erogación para el Estado.

Pero si el Estado quería mejorar las relaciones obrero-patronales, como se decía en el pasado, fomentar la conciliación para evitar que el litigio llegara a la fase de juicio y auspiciar la paz social en la Nación necesitaba inevitablemente una mayor inversión. Tal preocupación se ventiló en el diálogo social y se tuvo la esperanza de que sería comprendido por las autoridades.

No ha sido así, y la supresión de la innovación obliga a preguntarse si no ha tenido como causa propósitos diferentes a los argumentados, pues abolir al juez conciliador no exigía necesariamente suprimir los conciliadores ni los cambios propuestos en la conciliación.


11/6/2025

  






El rey Midas, al revés

 

Mientras ellos viven holgados disfrutando de viajes al exterior, buena comida, vinos de linaje y múltiples placeres, ven con la más absoluta indiferencia cómo la mayoría del pueblo pasa penurias, cientos de miles de familias cuentan los “chelitos” para llegar a fin de mes y muchos más no tienen dinero para las tres calientes.

El rey Midas es un personaje mitológico, probablemente sustraído de fuentes asirias, en donde se habla de un rey de Frigia que gobernó entre el 700 y el 600 antes de Cristo, y que, de acuerdo con los griegos, tenía el extraño don de convertir lo que tocaba en oro.

En la República Dominicana tenemos la versión criolla de este famoso personaje. Después de mil seiscientos noventa días de mal gobierno, vivimos en un entorno surrealista. Nos gobierna un partido que, tan pronto inició su mandato, olvidó sus promesas, y quiso jugar a ser rey. El rey Midas para los amigos, y el rey Sadim para el pueblo (Midas al revés).

En 61 meses se han revertido los avances en materia de transparencia y rendición de cuentas, y se han destinado miles de millones de pesos exclusivamente para hacer propaganda y comprar votos.

El pasatiempo favorito de este gobierno es el despilfarro, la privatización de la política social y el uso de los fondos públicos para favorecer a sus amigos. Para cada problema social, identifica un negocio. Estamos en presencia de un gobierno rico y un pueblo pobre. Un desgobierno que gobierna para las élites.

La democracia representativa ha sido sustituida por la bonocracia exultante, pagada con el dinero de todos. Afirman que, la pobreza extrema solo afecta a 576 mil hogares en pobreza total (extrema más moderada), y sin embargo entregan ayuda monetaria a 1.5 millones de hogares en el programa Supérate.

Vivimos en el mundo al revés. La República Dominicana es el único país en donde se reduce la pobreza y aumenta en forma exponencial el número de beneficiarios de los programas sociales.

Cada año recurren a la compra de conciencias y la más reciente “Brisita Navideña”, la convirtieron en un tsunami de corrupción, emitiendo 7 millones de tarjetas. Cada una le costó al país 600 pesos, por lo que los beneficiados por el rey Midas se embolsaron la pingüe cantidad de 50 millones de dólares. Además, se pagó con nuestro dinero, RD$100 adicionales por la distribución de las tarjetas, lo que significa otros setecientos millones de pesos. ¿Quiénes están detrás de este gran negocio? A los amigos, buen abrigo.

Felicitan al Gobierno por reducir el hambre, y en diciembre pasado ofrecieron 10 millones de raciones de almuerzos y cenas navideñas, sin darse cuenta de que esa cantidad serviría para alimentar al 93% de la población.

El pueblo quiere saber quiénes tienen capacidad para elaborar, empaquetar y distribuir 10 millones de raciones de comida caliente en un día. Cuál es el nombre de la PYME que se benefició de este regalo navideño pagado con el dinero del pueblo. Quién es el afortunado y humilde emprendedor al que se le apareció el rey Midas.

Para borrar las huellas de sus tropelías generaron un apagón informático. Eliminaron el nombre y el número de cédula de los beneficiarios de la tarjeta de débito, violentaron la reglamentación del Siuben para la selección e inclusión de nuevos beneficiarios, y han escondido durante casi 5 años las bases de datos que la ADESS publicaba periódicamente, con los nombres, número de cédula, el monto recibido, el lugar y la fecha de recepción de la transferencia. La destrucción de la institucionalidad social es consecuencia de las decisiones del rey Sadim.

Nos enteramos de que la ADESS se fusionó con el programa Supérate y quien maneja la billetera social mantendrá la discrecionalidad de no hacer públicas las listas de personas beneficiadas con los subsidios sociales, las brisitas navideñas, los almuerzos y cenas, y tampoco informará de los criterios aplicados para incrementar el padrón de beneficiarios en más de 1.2 millones de personas en los últimos 4 años.

Pero eso no es todo. El rey Midas lo vuelve a hacer. Como todo programa social debe convertirse en un buen negocio, el Gobierno ya no se hará cargo de la emisión y administración de la tarjeta Supérate. El rey decidió formar un fideicomiso administrado por el Banco de Reservas, y crear un “modelo de negocio” para que la empresa MIA emita y administre la tarjeta con un costo de diez dólares por tarjeta. Esta ocurrencia del rey Sadim, le costará al pueblo, para empezar, solo 20 millones de dólares que llegarán a la cuenta de alguno de los humildes amigos del rey Midas.

¡Pero se equivoca! Su reino se está desquebrajando. La gente empieza a despertar del influjo, y sus huestes no podrán evitarlo. Siendo enemigo de la luz, no logra ver la claridad. Su ceguera será su perdición.


25/6/2025

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Biografía

El doctor RAFAEL FRANCISCO ALBURQUERQUE DE CASTRO es graduado de Doctor en Derecho “Magna Cum Laude” de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Realizó estudios de doctorado en Derecho del Trabajo y la Seguridad Social en La Sorbonne de París. Diplomado de Derecho Comparado, nivel uno y dos, en la Facultad Internacional de Strasbourg para el Derecho Comparado, Francia. Diplomado de Derecho Internacional Privado en la Academia de Derecho Internacional de La Haya, Holanda. Doctor Honoris Causa de la Universidad Central del Este, de la República Dominicana.   Catedrático titular de Derecho del Trabajo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo desde 1968 a 1983, y de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, desde 1984 al 2004, en donde se desempeñó como profesor tanto en el nivel de licenciatura como de maestría y director de su Departamento de Derecho. Catedrático invitado de la Maestría de Derecho del Trabajo de la Universidad Católica de Santo Domin...

Galería de fotos

  El Grupo de los Nueve que cada año publicó una obra colectiva sobre Derecho del Trabajo sobre un tema específico abordado desde la óptica de la legislación nacional de cada país. Desde la izquierda: Mario Ackerman, de Argentina; Néstor de Buen, de México; Alfredo Montoya Melgar, de España; Emilio Morgado Valenzuela, de Chile; Rafael F. Alburquerque, de República Dominicnna; Américo Plá Rodríguez, de Uruguay; Mario Pasco Cosmópolis, de Perú; Rolando Murgas Terrazo, de Panamá; y Wagner Giglio de Brasil.